Tradiciones se mantienen en la Costa de Ecuador para recordar a los difuntos en su día

Guayaquil, 31 oct (Andes).- Cada 2 de noviembre, como es una tradición, miles de personas se vuelcan a los cementerios para visitar las tumbas donde reposan los restos de sus seres queridos.
Es un ritual en el que la mayoría de deudos llevan flores y otros recuerdos para adornar los nichos, mientras ofrecen tristes oraciones por el descanso eterno de sus difuntos.
Sin embargo, para algunos habitantes de la región Costa el Día de los Difuntos es una fecha para mantener vivas tradiciones religiosas y autóctonas con las que evocan a quienes partieron en su viaje a la eternidad.
En los cementerios de Guayaquil y otras zonas rurales de la provincia del Guayas, familias acuden con músicos o mariachis para dedicar una serenata al fallecido. Y si no tienen presupuesto llevan un equipo de sonido para poner la música que en vida gustaba al finado.
Pasillos, rokola, boleros, rancheras y otras melodías populares son los ritmos más sonados en los homenajes post mortem. Todo esto en medio de brindis con bebidas alcohólicas, colada morada -bebida tradicional de esta época a base de frutas y harina- o un almuerzo para pasar el día junto a la tumba del ser querido.

Pero en la víspera del Día de los Fieles Difuntos también se registran demostraciones de fe religiosa con vigilias, misas y oraciones por las almas de los finados, especialmente en los camposantos de localidades rurales.
Los familiares acuden a los cementerios con velas para iluminar las tumbas, mientras pasan la fría madrugada conversando y contando anécdotas de la persona que murió.
En cambio, en la provincia costera de Santa Elena se mantiene viva la tradición de adornar la mesa del hogar con varios alimentos desde la noche anterior al Día de los Difuntos porque, según narran historiadores, existe la creencia de que el muerto vendrá a casa a disfrutar de los bocados que en vida prefirió.
Según la costumbre, estos alimentos permanecen hasta el mediodía del siguiente día y se invita a familiares, amigos y vecinos a compartirlos luego de que el difunto ya los probó.

La Mesa de los Muertos, una tradición en la provincia de Santa Elena.
Incluso, agrupaciones culturales mantienen esta tradición en actos especiales que desarrollan en museos y otros destinos turísticos con el nombre de La Servida de la Mesa de los Difuntos, en las que ofrecen bocados a los visitantes.
En los cantones Santa Elena, La Libertad y Salinas, además, se recuerda el 1 de noviembre como el Día de los Difuntos Niños, por ello grupos de pequeños recorren los vecindarios pronunciando la frase “Ángeles somos, del cielo venimos, pan pedimos” para solicitar el favor de los moradores que les regalan golosinas o pan.
El montubio y sus tradiciones, vigentes en la cultura de la costa ecuatoriana
BaronaGuayaquil, 24 ago (Andes).- El cielo aún está oscuro, pero Carlos Vásquez ya está en pie. Después de prender su antiguo radio para escuchar las noticias y beber un jarro de café para aplacar el frío de la madrugada, baja de su sencilla casa de madera y se dirige al corral para ordeñar sus vacas. Son las 05:00 y sus únicos compañeros son su fiel perrita y sus dos cachorros.Los primeros reflejos del sol iluminan el verde paisaje rural costeño y el hombre ya ha conseguido los más de 20 litros de leche necesarios para la elaboración del queso artesanal que más tarde llevará al centro del cantón Salitre para venderlo a 1,70 dólares por libra.A kilómetros de distancia, en el recinto El Prado, del cantón Daule, en cambio, está Guillermo Plúas, quien -machete en mano- se dirige por un polvoriento camino rumbo a los arrozales de su patrón a los que les dará los cuidados necesarios para obtener una buena cosecha.Al llegar al predio se saca los zapatos, se recoge las bastas de los pantalones y con los pies descalzos se introduce en el fango que le llega hasta las rodillas. Allí, Plúas, junto a un compañero, siembra la gramínea, que es uno de los principales alimentos que se cultiva en la costa ecuatoriana.
Por su ardua labor, que le tomará hasta el mediodía, Plúas recibirá como paga 10 dólares. “Es duro, pero estamos hechos para trabajar la tierra”, dice el hombre de 55 años con el característico acento del hombre del campo del litoral.

Las jornadas de Vásquez y Plúas son solo dos ejemplos de cómo transcurre en la costa la vida del pueblo montubio, asentado principalmente en las zonas rurales de las provincias de Guayas, Los Ríos y Manabí.
El aporte del montubio al desarrollo y a la cultura del país es significativo. Historiadores relatan las gestas de valientes hombres, que recibieron de las oligarquías el apelativo de 'montoneras' y que acompañaron al ‘montubio más grande de la historia’, el general Eloy Alfaro, en la histórica Revolución Liberal del 5 de junio de 1895.
El escritor guayaquileño José de la Cuadra (1903-1941), uno de los principales exponentes de temáticas sobre el montubio, cuenta que estos pueblos formaron parte de las milicias rurales que lucharon en las guerras de la independencia contra el yugo español, bajo la tutela del mariscal Antonio José de Sucre y del Libertador Simón Bolívar, agrupados en los batallones de Yaguachi y Daule.
Entre estas gestas históricas destacan las de las tropas comandadas por Nicolás Infante, Crespín Cerezo, Manuel Serrano, Luis Vargas Torres, Marcelino Maridueña, Pedro Jota Montero, Carlos Concha, Medardo y Flavio Alfaro, la coronela Filomena Chávez, entre otros.
Todos ellos fueron reconocidos por su bravura y destreza como jinetes que reforzaron las divisiones de caballería de los ejércitos de los patriotas.
El rodeo, una pasión
Su destreza para domar al caballo es un don que conservan hasta la actualidad y lo demuestran en el denominado 'Rodeo Montubio', que es su fiesta mayor y tiene su sede en el cantón Salitre, en la provincia del Guayas, localidad que es reconocida como la 'capital montubia del Ecuador' y que está ubicada a 42 kilómetros de Guayaquil, la segunda ciudad más importante del país.
En ese espectáculo, denominado ‘la montubiada’, el hombre de campo se luce domando a su potro chúcaro ante el público que vibra con aguardiente de caña, cerveza y música de banda de pueblo.
Hasta hace pocos años, los espectadores entraban a los cosos con armas que disparaban al aire para festejar las piruetas de los jinetes, pero eso se acabó cuando entró en vigencia la prohibición de portar armas.
“Soy montubio, pero en realidad era peligroso porque alcohol y armas no pueden estar juntos. Ahora ya se ven mujeres y niños en los espectáculos porque ya no hay ese riesgo y eso es positivo”, reconoce Vásquez.

El Rodeo Montubio es la fiesta más importante entre los montubios y se realiza en Salitre, provincia
del Guayas.
El rodeo se organiza en varias fechas del año, pero la fiesta central es el 12 de octubre, día que el Consejo Cantonal de Salitre lo declaró como el Día del Montubio Salitreño, en homenaje al primer rodeo que se efectuó en 1950.
Pero si el rodeo identifica al montubio, el sombrero y el machete son símbolos de su identidad. “El sombrero es la elegancia del montubio y el machete es su herramienta fundamental de trabajo.Bueno, aunque si sale por ahí un bravo te le paras con tu machete”, dice -entre risas- Vásquez, conocido en su pueblo con el sobrenombre de 'Chamo'.
Y es que los apodos también forman parte de la cultura del montubio. Esto lo constató el equipo de la agencia Andes cuando intentó localizar a un dirigente ganadero por su nombre, que nadie conocía, pero al mencionar ‘Frejolero’ -su sobrenombre- inmediatamente la gente daba referencias de cómo ubicarlo.
“El montubio es un hombre sencillo, trabajador, sincero, solidario, valiente, respetuoso y orgulloso de sus raíces, que se dedica a la agricultura y ganadería”, así lo describe Héctor Villamar, comunicador y gestor cultural del municipio de Salitre.
Ese espíritu de unidad y solidaridad se traduce en las asociaciones de ganaderos que aglutinan a miles de campesinos. Estas organizaciones se formaron para hacer frente al azote de bandas de cuatreros que robaban su ganado y su cosecha. Solo en Salitre hay 45, cada una conformada por más de un centenar de socios.
El nivel de organización los llevó a desterrar este delito de sus tierras y se convirtieron en grupos de apoyo fundamentales para las tareas de seguridad de la Policía Nacional en la vasta zona rural costera.
“Éramos cosa seria, nos reuníamos hasta 500 hombres y salíamos a caballo, machete y revólver a hacer frente a los delincuentes”, recuerda Héctor Macías, dirigente ganadero, quien reconoce que tuvieron bajas entre sus filas por defender su derecho a vivir seguros.
Nuevas generaciones
Si bien las costumbres se mantienen entre los adultos, las nuevas generaciones han ido dejando de lado las tradiciones, influenciadas por la moda y la relación con sus parientes de las ciudades.
Villamar comenta que hace más de una década era común ver a la gente del campo llegar al centro de Salitre montada a caballo para hacer sus compras y retornar a sus recintos. “Era algo tradicional escuchar los cascos de los caballos por las calles o ver uno que otro animal amarrado en los postes. Eso prácticamente se está perdiendo”, añade.
Actualmente, las calles de cantones como Nobol, Daule, Santa Lucía, Palestina, Balzar, Yaguachi, Samborondón y Salitre están invadidas de motociclistas y ‘mototaxis’, que hacen el trabajo que antes le correspondía a los equinos.
También los jóvenes prefieren usar gorras y zapatos deportivos, antes que el sombrero de paja o cuero y las botas.
Otra tradición que se va perdiendo es la oral. El amorfino, una composición poética popular que se canta o recita, ya no está presente entre las nuevas generaciones.

“Antes para enamorar a la mujer nuestros mayores le piropeaban lindos amorfinos, pero ahora la juventud se enamora y en poco tiempo se lleva a la amada a su casa”, dice sonriente Samuel Briones, de 81 años, del recinto Balbaco, del cantón Santa Lucía.
Ante esta realidad, los municipios están promoviendo eventos culturales y artísticos para preservar la identidad montubia.
Villamar señala que el municipio de Salitre prepara para septiembre la primera Feria Montubia Salitre 2014, evento que expondrá todas las manifestaciones de esta cultura ancestral como danza, rodeo, orquestas, amorfinos y la exquisita gastronomía, que tiene entre sus delicias al bollo, una porción de plátano cocinado y relleno de pescado de agua dulce.
Y mientras los municipios preparan eventos para rescatar la tradición entre los jóvenes, Carlos Vásquez, Samuel Briones, Isidoro Morales, Héctor Macías y otros campesinos mantiene su identidad y se sienten orgullosos de ser montubios.
Hombres como ellos no están dispuestos a cambiar la tranquilidad y el alimento que le proporciona el campo por la vida agitada de la ciudad. “Toda mi familia está en Guayaquil, mis hermanos son profesionales y otros viven en Estados Unidos. Me han querido convencer, pero yo no dejo mi tierrita y aquí me encontrarán levantándome todos los días a las 5 de la mañana a ordeñar mis vacas y seguir haciendo el sabroso queso”, afirma el 'Chamo' Vásquez.
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pues ami me parece excelente que en esta región la jente conmemora a sus difuntos nos enseña una lección valiosa de la vida y que otra cosa podemos decir sobre la deliciosa comida que nos ofrece esta región es exquisita como para chuparse los dedos y hay para todos los gustos de todas la personas que les gustaría venir a esta fabulosa región
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